Fichas de ISAL. Año III, vol. III, 26, 1970
I. Introducción
El nivel más simple de la conciencia es aquél en el cual ella constata simplemente una pluralidad de fenómenos, los más diversos, que se dan fuera e independientemente de la misma. Mientras escribo estas reflexiones, por ejemplo, oigo el ruido de la máquina de escribir que estoy usando, veo las teclas moverse, oigo el ir y venir de vehículos, la voz sofocada de niños que juegan, veo los muebles de mi escritorio, y si vuelvo la cabeza a la izquierda, veo la ventana y, ahí afuera, el pasto verde, los árboles, las casas, las personas. Esta enumeración podría extenderse indefinidamente si desease ser más preciso y pasase a enumerar los varios aspectos y matices de aquello que veo. Más los actos de ver, oír, percibir, en sí mismos, no me llevan a una comprensión del mundo. Hay idiotas que tienen mejor vista y oído que los sabios. Incluso los animales. El hombre no se destaca por la agudeza de sus sentidos.
¿Cuándo es que comenzamos a comprender el mundo? A través de los sentidos somos, por decirlo así, puestos en presencia de una enorme variedad de "datos" aislados, aparentemente autónomos. Pero nos falta todavía la visión de sus "logros", de su estructura, de la manera como se organizan, lo que constituye el secreto para su comprensión. El mundo no es una colección de datos atomizados que se chocan y combinan al azar, al modo de Demócrito. Cada dato aislado ocurre dentro de una estructura que determina su función y comportamiento —y con esto su significación. De ahí que, para comprender los datos, es necesario descubrir el modelo que rige su funcionamiento. Pero el modelo no es un dato entre otros. Es antes que nada la lógica del funcionamiento de los datos. Más, por no ser su realidad del mismo tipo que la realidad de las cosas, por referirse principalmente a sus relaciones, el modelo sólo puede ser conocido a través de un acto creador de la imaginación. La afirmación de R. Merton de que los "datos, a pesar de la etimología, no son ´datos´ sino por el contrario construidos con el auxilio de conceptos-modelos‘‘ es válida para cualquier nivel de inteligibilidad: física, biológica psicológica, social, histórica.
El hombre necesita modelos para hacer que su mundo tenga sentido no sólo en la esfera de la civilización, del descubrimiento de la estructura de su universo físico (lo que permite elaborar una ciencia y una tecnología), como en la de la cultura, o sea en la construcción de un orden social significativo.
Según creo, tocamos aquí el punto central de la crisis por que pasamos actualmente. Mientras los modelos teóricos operativos en la esfera de la civilización se vuelven más precisos y eficaces, conduciendo así al hombre a una actitud eufórica frente a las promesas de la tecnología, ocurre exactamente lo contrario en el campo de la cultura: los modelos que en el pasado fueron usados con una certeza casi dogmática entraron en colapso. Y por lo tanto faltan al hombre los recursos teóricos para orientar su actividad.
El primero de los modelos en decadencia comprende la dinámica social como si ésta operase de forma semejante a un organismo. Su característica fundamental es el optimismo frente a las estructuras presentes. Es cierto que presentan muchas imperfecciones. Pero así como el organismo se desarrolla y crece, manteniendo una forma constante, tiende a ocurrir lo mismo con la sociedad. Discontinuidad y muerte. Continuidad y regeneración, conservación vida. Para el modelo organicista, así como en la semilla ya está presente todo el desarrollo de la planta, incluso la flor y el fruto, también la estructura social actual contienen el germen del futuro. Los movimientos de contestación y revolución serían como virus invasores portadores de enfermedad y muerte, que invaden el organismo para desintegrarlo. Y como tales, tienden a ser eliminados por los anti-cuerpos producidos por el propio organismo, como sugería cierto personaje del film Z. Es necesario hacer notar que este no es un modelo esencialmente burgués. Caracteriza, por el contrario, a las sociedades que admiten ya haber pasado por su revolución, es decir, que localizan la revolución que las generó en el pasado. Así, una vez instalados en el poder, la tendencia de los revolucionarios es pasar a operar con el modelo organicista.
Es preciso recalcar que la teología cristiana contribuyó mucho al establecimiento de tal paradigma, por la afectación del aristotelismo. Creo que la formulación más consistente de esta posición se encuentra en Neumann. A mi modo de ver, es este el modelo con que opera el magisterio de la Iglesia Católica Romana actualmente.
El modelo revolucionario surgió como una constatación de que la sociedad no es una réplica del comportamiento de los organismos. Así, no es cierto que las contradicciones estructurales pueden ser siempre resueltas por los sistemas que las presentan. Contestación y revolución, lejos de ser virus invasores, no son más que síntomas de perturbaciones funcionales que indican el carácter inadecuado de la propia estructura y de su funcionamiento, síntomas que sólo se resolverán por la desintegración de la estructura que los presenta y por el nacimiento de otra. El modelo revolucionario se inspira, por lo tanto, no en la continuidad y el crecimiento, sino en el conflicto y en la lucha. Estos serían los procesos por los cuales la sociedad eliminaría sus contradicciones. Pero no por eso deja el mismo de ser optimista. En verdad, la constatación del aumento de las contradicciones en una estructura dada, es para él un motivo de alegría pues la solución a las misma ya está dada en el propio hecho de su existencia. “La humanidad” —observa Marx— “siempre se plantea a sí misma solamente problemas que ella puede resolver; sin embargo cuando miramos de cerca, descubrimos siempre que un problema sólo se resuelve cuando las condiciones materiales para su solución ya están presentes o por lo menos en proceso de formulación“. Habría, así una armonía preestablecida entre la conciencia de beber y la realidad de poder.
Se plantean serios problemas teóricos en relación a estos modelos. No tenemos espacio para discutirlos en detalle. El modelo organicista está mostrando que la eficacia del sistema para resolver sus propios problemas es inversamente proporcional a la participación crítica del hombre en el mismo. De ahí su tendencia a la uniformidad que, luego de pasado un cierto límite, se manifiesta claramente como represión. Hay indicios de que, en última instancia, la necesidad de eficacia instra-estructura y la necesidad de eliminar los elementos disfuncionales, llevará a tales sociedades a la militarización. El modelo revolucionaria, a su vez, se revela siempre como pre-revolucionario: al tomar el poder se convierte en modelo organicista. Y, por otro lado, y en especial con relación a América Latina, surge el problema de la posibilidad de la revolución. La conciencia entre el deber hacer la revolución y el poder hacer la revolución —versión socializada de la moral kantiana— es una creación de optimismo pero no una constatación científica. ¿Cómo explicar la postergación del evento revolucionario? Podrá decirse que él tarda pero vendrá.Artificio bastante antiguo: el mismo que fue usado por la comunidad cristiana primitiva para explicar la demora del retorno de Cristo. Creo que la tarea no e intentar explicar las incongruencias y contradicciones surgidas en los modelos por medio de artificios verbales, sino de realizar una crítica de los mismos con vistas a nuevas formulaciones.
Aquí está el problema que me preocupa: la crítica de los modelos teóricos. Crítica exigida por el carácter provisorio, experimental e incompleto de cualquier paradigma que por ventura construyamos. En caso contrario, se transforman en dogmas. Y justamente en este punto planteo la interrogante acerca de una posible contribución de la teología a esta tarea. Tengo la incómoda impresión de que teología ha funcionado, con mayor frecuencia de lo que desearíamos suponer, como ideología de uno u otro de los modelos mencionados. Es decir: sus símbolos han sido asimilados y usados de acuerdo a la lógica que estructuras teóricas extrañas a la perspectiva bíblica. El objetivo de las anotaciones que siguen, es sugerir una línea para responder a la siguiente pregunta: ¿qué modelo nos da la Biblia para la creación y expresión de una sociedad humana?
1. El Reino de Dios: utopía de una comunidad
1.00 El evangelio es el anuncio de que la esperanza de la comunidad de Israel se había cumplido. El futuro invade el presente. Este es el significado de la prédica de Jesús (Marcos 1.15): “El Reino de Dios ha llegado“.
1.10 El contenido del símbolo “El Reino de Dios” es una utopía. Por él una comunidad “da nombre a las cosas que están ausentes“ del presente, justamente aquéllas que son condiciones de una sociedad de paz. Las ideas de justicia, paz, reconciliación, de la transformación de espadas en arados, las bienaventuranzas, la resurrección del cuerpo, la nueva Jerusalén, el nuevo cielo y la nueva tierra, son todas imágenes utópicas: una protesta contra las condiciones dominantes en el presente y la articulación, a nivel consciente, de la forma y estructura de la sociedad que respondería a las aspiraciones de la comunidad que las elaboró.
2. La naturaleza de la utopía
2.00 “La sustancia y la forma de la utopía no ocurren en una esfera que sea independiente de la vida social“. En la realidad, “ella misma tiene sus raíces en la distribución y en la tensión de las fuerzas de la vida social“ (Mannheim).
2.10 La idea del Reino, como utopía, no puede por lo tanto ser entendida fuera de la comunidad que la generó. La utopía es parte de la autobiografía de una comunidad en su proyección futura. Para entender la idea del Reino, pues, debemos entender el nacimiento de la realidad social que la originó y la forma específica de su conciencia.
2.11 ¿De dónde nace la conciencia del pueblo de Israel? ¿Cómo adquiere él conciencia de pueblo? ¿Dónde comienza su proceso formativo? En una experiencia histórica concreta: el Exodo. Experiencia de liberación de una situación de operación hacia otra de apertura al futuro.
2.12 El éxodo fue la experiencia generadora de la conciencia del pueblo de Israel. El se constituyó en su centro de estructuración determinante de su manera de organizar su tiempo y espacio.
Obs.: Nótese que no estoy simplemente diciendo que el éxodo es parte del contenido de la conciencia del pueblo de Israel. Si así fuese, el éxodo sería una información entre otras. Mucho más que contenido, él es su centro de estructuración pues determina la lógica integradora, el principio de organización e interpretación de los datos de la experiencia histórica. Por esto el éxodo no queda como una experiencia pasada acaecida en un espacio y un tiempo bien definidos. Pasa a ser el paradigma para la interpretación de todo el espacio y de todo el tiempo.
2.13 La utopía del Reino de Dios resulta de la proyección al futuro de esta lógica estructurante. No se trata, por lo tanto, de una construcción de tipo de “realización de deseo“ (wish-fullfilment) descrita por Freud en El Futuro de una ilusión, ni tampoco de la resolución de problemas concretos en el campo ideal, como se da con el fenómeno religioso descrito por Marx. Se trata de una manera histórica de pensar, en la cual el futuro es visto a partir de la lógica de experiencias pasadas concretas. La conciencia toma los “datos“ del presente, los fecunda con su memoria (rompiendo su unidimensionalidad) y como consecuencia da a luz una serie de símbolos que, por ser utópicos desprovistos de localización, son más bien un horizonte hacia el cual caminamos. Pero siempre que llegamos al horizonte, descubrimos que él se traslado un poco más allá. La utopía es la forma de pensar el presente bajo la lógica una memoria histórica que le otorga dimensión futura. Al revés de apocalipticismo que desde el presente habla de un futuro que viene a su encuentro, la utopía y la escatología hablan de la dimensión futura del presente.
2.14 La comunidad siente así al presente como incompleto, en transición, presente que también espera: la propia creación está en expectativa (Rom. VIII.19).
I. Introducción
El nivel más simple de la conciencia es aquél en el cual ella constata simplemente una pluralidad de fenómenos, los más diversos, que se dan fuera e independientemente de la misma. Mientras escribo estas reflexiones, por ejemplo, oigo el ruido de la máquina de escribir que estoy usando, veo las teclas moverse, oigo el ir y venir de vehículos, la voz sofocada de niños que juegan, veo los muebles de mi escritorio, y si vuelvo la cabeza a la izquierda, veo la ventana y, ahí afuera, el pasto verde, los árboles, las casas, las personas. Esta enumeración podría extenderse indefinidamente si desease ser más preciso y pasase a enumerar los varios aspectos y matices de aquello que veo. Más los actos de ver, oír, percibir, en sí mismos, no me llevan a una comprensión del mundo. Hay idiotas que tienen mejor vista y oído que los sabios. Incluso los animales. El hombre no se destaca por la agudeza de sus sentidos.
¿Cuándo es que comenzamos a comprender el mundo? A través de los sentidos somos, por decirlo así, puestos en presencia de una enorme variedad de "datos" aislados, aparentemente autónomos. Pero nos falta todavía la visión de sus "logros", de su estructura, de la manera como se organizan, lo que constituye el secreto para su comprensión. El mundo no es una colección de datos atomizados que se chocan y combinan al azar, al modo de Demócrito. Cada dato aislado ocurre dentro de una estructura que determina su función y comportamiento —y con esto su significación. De ahí que, para comprender los datos, es necesario descubrir el modelo que rige su funcionamiento. Pero el modelo no es un dato entre otros. Es antes que nada la lógica del funcionamiento de los datos. Más, por no ser su realidad del mismo tipo que la realidad de las cosas, por referirse principalmente a sus relaciones, el modelo sólo puede ser conocido a través de un acto creador de la imaginación. La afirmación de R. Merton de que los "datos, a pesar de la etimología, no son ´datos´ sino por el contrario construidos con el auxilio de conceptos-modelos‘‘ es válida para cualquier nivel de inteligibilidad: física, biológica psicológica, social, histórica.
El hombre necesita modelos para hacer que su mundo tenga sentido no sólo en la esfera de la civilización, del descubrimiento de la estructura de su universo físico (lo que permite elaborar una ciencia y una tecnología), como en la de la cultura, o sea en la construcción de un orden social significativo.
Según creo, tocamos aquí el punto central de la crisis por que pasamos actualmente. Mientras los modelos teóricos operativos en la esfera de la civilización se vuelven más precisos y eficaces, conduciendo así al hombre a una actitud eufórica frente a las promesas de la tecnología, ocurre exactamente lo contrario en el campo de la cultura: los modelos que en el pasado fueron usados con una certeza casi dogmática entraron en colapso. Y por lo tanto faltan al hombre los recursos teóricos para orientar su actividad.
El primero de los modelos en decadencia comprende la dinámica social como si ésta operase de forma semejante a un organismo. Su característica fundamental es el optimismo frente a las estructuras presentes. Es cierto que presentan muchas imperfecciones. Pero así como el organismo se desarrolla y crece, manteniendo una forma constante, tiende a ocurrir lo mismo con la sociedad. Discontinuidad y muerte. Continuidad y regeneración, conservación vida. Para el modelo organicista, así como en la semilla ya está presente todo el desarrollo de la planta, incluso la flor y el fruto, también la estructura social actual contienen el germen del futuro. Los movimientos de contestación y revolución serían como virus invasores portadores de enfermedad y muerte, que invaden el organismo para desintegrarlo. Y como tales, tienden a ser eliminados por los anti-cuerpos producidos por el propio organismo, como sugería cierto personaje del film Z. Es necesario hacer notar que este no es un modelo esencialmente burgués. Caracteriza, por el contrario, a las sociedades que admiten ya haber pasado por su revolución, es decir, que localizan la revolución que las generó en el pasado. Así, una vez instalados en el poder, la tendencia de los revolucionarios es pasar a operar con el modelo organicista.
Es preciso recalcar que la teología cristiana contribuyó mucho al establecimiento de tal paradigma, por la afectación del aristotelismo. Creo que la formulación más consistente de esta posición se encuentra en Neumann. A mi modo de ver, es este el modelo con que opera el magisterio de la Iglesia Católica Romana actualmente.
El modelo revolucionario surgió como una constatación de que la sociedad no es una réplica del comportamiento de los organismos. Así, no es cierto que las contradicciones estructurales pueden ser siempre resueltas por los sistemas que las presentan. Contestación y revolución, lejos de ser virus invasores, no son más que síntomas de perturbaciones funcionales que indican el carácter inadecuado de la propia estructura y de su funcionamiento, síntomas que sólo se resolverán por la desintegración de la estructura que los presenta y por el nacimiento de otra. El modelo revolucionario se inspira, por lo tanto, no en la continuidad y el crecimiento, sino en el conflicto y en la lucha. Estos serían los procesos por los cuales la sociedad eliminaría sus contradicciones. Pero no por eso deja el mismo de ser optimista. En verdad, la constatación del aumento de las contradicciones en una estructura dada, es para él un motivo de alegría pues la solución a las misma ya está dada en el propio hecho de su existencia. “La humanidad” —observa Marx— “siempre se plantea a sí misma solamente problemas que ella puede resolver; sin embargo cuando miramos de cerca, descubrimos siempre que un problema sólo se resuelve cuando las condiciones materiales para su solución ya están presentes o por lo menos en proceso de formulación“. Habría, así una armonía preestablecida entre la conciencia de beber y la realidad de poder.
Se plantean serios problemas teóricos en relación a estos modelos. No tenemos espacio para discutirlos en detalle. El modelo organicista está mostrando que la eficacia del sistema para resolver sus propios problemas es inversamente proporcional a la participación crítica del hombre en el mismo. De ahí su tendencia a la uniformidad que, luego de pasado un cierto límite, se manifiesta claramente como represión. Hay indicios de que, en última instancia, la necesidad de eficacia instra-estructura y la necesidad de eliminar los elementos disfuncionales, llevará a tales sociedades a la militarización. El modelo revolucionaria, a su vez, se revela siempre como pre-revolucionario: al tomar el poder se convierte en modelo organicista. Y, por otro lado, y en especial con relación a América Latina, surge el problema de la posibilidad de la revolución. La conciencia entre el deber hacer la revolución y el poder hacer la revolución —versión socializada de la moral kantiana— es una creación de optimismo pero no una constatación científica. ¿Cómo explicar la postergación del evento revolucionario? Podrá decirse que él tarda pero vendrá.Artificio bastante antiguo: el mismo que fue usado por la comunidad cristiana primitiva para explicar la demora del retorno de Cristo. Creo que la tarea no e intentar explicar las incongruencias y contradicciones surgidas en los modelos por medio de artificios verbales, sino de realizar una crítica de los mismos con vistas a nuevas formulaciones.
Aquí está el problema que me preocupa: la crítica de los modelos teóricos. Crítica exigida por el carácter provisorio, experimental e incompleto de cualquier paradigma que por ventura construyamos. En caso contrario, se transforman en dogmas. Y justamente en este punto planteo la interrogante acerca de una posible contribución de la teología a esta tarea. Tengo la incómoda impresión de que teología ha funcionado, con mayor frecuencia de lo que desearíamos suponer, como ideología de uno u otro de los modelos mencionados. Es decir: sus símbolos han sido asimilados y usados de acuerdo a la lógica que estructuras teóricas extrañas a la perspectiva bíblica. El objetivo de las anotaciones que siguen, es sugerir una línea para responder a la siguiente pregunta: ¿qué modelo nos da la Biblia para la creación y expresión de una sociedad humana?
1. El Reino de Dios: utopía de una comunidad
1.00 El evangelio es el anuncio de que la esperanza de la comunidad de Israel se había cumplido. El futuro invade el presente. Este es el significado de la prédica de Jesús (Marcos 1.15): “El Reino de Dios ha llegado“.
1.10 El contenido del símbolo “El Reino de Dios” es una utopía. Por él una comunidad “da nombre a las cosas que están ausentes“ del presente, justamente aquéllas que son condiciones de una sociedad de paz. Las ideas de justicia, paz, reconciliación, de la transformación de espadas en arados, las bienaventuranzas, la resurrección del cuerpo, la nueva Jerusalén, el nuevo cielo y la nueva tierra, son todas imágenes utópicas: una protesta contra las condiciones dominantes en el presente y la articulación, a nivel consciente, de la forma y estructura de la sociedad que respondería a las aspiraciones de la comunidad que las elaboró.
2. La naturaleza de la utopía
2.00 “La sustancia y la forma de la utopía no ocurren en una esfera que sea independiente de la vida social“. En la realidad, “ella misma tiene sus raíces en la distribución y en la tensión de las fuerzas de la vida social“ (Mannheim).
2.10 La idea del Reino, como utopía, no puede por lo tanto ser entendida fuera de la comunidad que la generó. La utopía es parte de la autobiografía de una comunidad en su proyección futura. Para entender la idea del Reino, pues, debemos entender el nacimiento de la realidad social que la originó y la forma específica de su conciencia.
2.11 ¿De dónde nace la conciencia del pueblo de Israel? ¿Cómo adquiere él conciencia de pueblo? ¿Dónde comienza su proceso formativo? En una experiencia histórica concreta: el Exodo. Experiencia de liberación de una situación de operación hacia otra de apertura al futuro.
2.12 El éxodo fue la experiencia generadora de la conciencia del pueblo de Israel. El se constituyó en su centro de estructuración determinante de su manera de organizar su tiempo y espacio.
Obs.: Nótese que no estoy simplemente diciendo que el éxodo es parte del contenido de la conciencia del pueblo de Israel. Si así fuese, el éxodo sería una información entre otras. Mucho más que contenido, él es su centro de estructuración pues determina la lógica integradora, el principio de organización e interpretación de los datos de la experiencia histórica. Por esto el éxodo no queda como una experiencia pasada acaecida en un espacio y un tiempo bien definidos. Pasa a ser el paradigma para la interpretación de todo el espacio y de todo el tiempo.
2.13 La utopía del Reino de Dios resulta de la proyección al futuro de esta lógica estructurante. No se trata, por lo tanto, de una construcción de tipo de “realización de deseo“ (wish-fullfilment) descrita por Freud en El Futuro de una ilusión, ni tampoco de la resolución de problemas concretos en el campo ideal, como se da con el fenómeno religioso descrito por Marx. Se trata de una manera histórica de pensar, en la cual el futuro es visto a partir de la lógica de experiencias pasadas concretas. La conciencia toma los “datos“ del presente, los fecunda con su memoria (rompiendo su unidimensionalidad) y como consecuencia da a luz una serie de símbolos que, por ser utópicos desprovistos de localización, son más bien un horizonte hacia el cual caminamos. Pero siempre que llegamos al horizonte, descubrimos que él se traslado un poco más allá. La utopía es la forma de pensar el presente bajo la lógica una memoria histórica que le otorga dimensión futura. Al revés de apocalipticismo que desde el presente habla de un futuro que viene a su encuentro, la utopía y la escatología hablan de la dimensión futura del presente.
2.14 La comunidad siente así al presente como incompleto, en transición, presente que también espera: la propia creación está en expectativa (Rom. VIII.19).
3.00 La utopía del Reino de Dios debe ser comprendida como expresión de la reflexión de una comunidad sobre sí misma, su pasado, su presente, su futuro, y sobre el futuro de la humanidad.
3.10 Si es verdad que las ideas tienen su origen en la praxis social, no es menos cierto que la praxis social está orientada por las ideas. La relación entre estos dos elementos es dialéctica y no causal. Si es un momento la experiencia histórica de la comunidad da a luz una utopía, en otra instancia esta utopía orientará a la comunidad en una dirección determinada. En nuestro caso específico, esta orientación. El yo descubre al tú en la medida en que se descubren compañeros de una misma jornada. El amor como categoría descriptiva de la realidad social de la comunidad, es función de una orientación común hacia un mismo objeto en cuya creación los hombres están comprometidos. El amor, por lo tanto, no puede ser reducido al momento del encuentro.
3.11 Al decir que la realidad social de la comunidad, y con ella la estructura de conciencia que hace posible la comunicación, no es producto de la contigüidad especial, de determinantes biológicos (raza), económicos (clase), sino de un proyecto común, de un lanzarse juntos en dirección a aquello que todavía no existe, sugerimos que ella es el resultado de una decisión y por lo tanto, función de la libertad.
3.12 Explicar una cosa es descubrirla como resultado de una causa. Su historia nos provee del “logos“ para su inteligibilidad. La Biblia no encuentra y no señala los nexos causales de esta estructura de conciencia. ¿De dónde proviene la libertad, el nuevo nacimiento, metanoia? ¿Cómo? ¿Por qué? “El viento sopla donde quiere y oye su voz; pero no sabes de dónde viene ni hacia dónde va. Así es todo aquel que es nacido del Espíritu“.
3.13 El advenimiento de esta estructura de conciencia es, por lo tanto, un milagro: permanece inexplicado, en la medida en que no se trata de un producto de las relaciones materiales. La materia no produce o determina la libertad. En otras palabras: el determinismo social no evoluciona en dirección a la liberación.
3.14 La Biblia sitúa el nacimiento de esta estructura de conciencia entra la Palabra (el acto interpretativo del momento histórico en el que el hombre se ubica) y una respuesta humana libre a la misma, o sea, una mutación intencional que lo coloca en una situación de transición frente al momento histórico.
3.15 No se admite, por consiguiente, ningún mesianismo de grupos definidos por el determinismo: clase, pueblo, raza, nación, aristocracia, etc. Para la Biblia los pobres, desheredados y oprimidos en general, no son los libertadores sino los objetos del amor de un proyecto de liberación.
3.10 Si es verdad que las ideas tienen su origen en la praxis social, no es menos cierto que la praxis social está orientada por las ideas. La relación entre estos dos elementos es dialéctica y no causal. Si es un momento la experiencia histórica de la comunidad da a luz una utopía, en otra instancia esta utopía orientará a la comunidad en una dirección determinada. En nuestro caso específico, esta orientación. El yo descubre al tú en la medida en que se descubren compañeros de una misma jornada. El amor como categoría descriptiva de la realidad social de la comunidad, es función de una orientación común hacia un mismo objeto en cuya creación los hombres están comprometidos. El amor, por lo tanto, no puede ser reducido al momento del encuentro.
3.11 Al decir que la realidad social de la comunidad, y con ella la estructura de conciencia que hace posible la comunicación, no es producto de la contigüidad especial, de determinantes biológicos (raza), económicos (clase), sino de un proyecto común, de un lanzarse juntos en dirección a aquello que todavía no existe, sugerimos que ella es el resultado de una decisión y por lo tanto, función de la libertad.
3.12 Explicar una cosa es descubrirla como resultado de una causa. Su historia nos provee del “logos“ para su inteligibilidad. La Biblia no encuentra y no señala los nexos causales de esta estructura de conciencia. ¿De dónde proviene la libertad, el nuevo nacimiento, metanoia? ¿Cómo? ¿Por qué? “El viento sopla donde quiere y oye su voz; pero no sabes de dónde viene ni hacia dónde va. Así es todo aquel que es nacido del Espíritu“.
3.13 El advenimiento de esta estructura de conciencia es, por lo tanto, un milagro: permanece inexplicado, en la medida en que no se trata de un producto de las relaciones materiales. La materia no produce o determina la libertad. En otras palabras: el determinismo social no evoluciona en dirección a la liberación.
3.14 La Biblia sitúa el nacimiento de esta estructura de conciencia entra la Palabra (el acto interpretativo del momento histórico en el que el hombre se ubica) y una respuesta humana libre a la misma, o sea, una mutación intencional que lo coloca en una situación de transición frente al momento histórico.
3.15 No se admite, por consiguiente, ningún mesianismo de grupos definidos por el determinismo: clase, pueblo, raza, nación, aristocracia, etc. Para la Biblia los pobres, desheredados y oprimidos en general, no son los libertadores sino los objetos del amor de un proyecto de liberación.
4.00 Esta comunidad existe, se ubica en un tiempo y un espacio en medio de otra realidad política: el “actual siglo del mal“, el reino del anti-Cristo. Si el reino de Dios tiene un contenido de realización humana (salvación, vida, libertad), el reino del anti-Cristo es la realidad social que destruye la vida humana: el pecado, la ley, la esclavitud, la muerte.
4.10 Tenemos así dos comunidades que se localizan en un mismo tiempo y en un mismo espacio. Pero sus proyectos (sus deseos, sus principios organizadores, o, según Agustín, “sus amores“) de organización de este mismo espacio-tiempo son opuestos. Surgen entonces dos praxis que se oponen y entran en conflicto.
4.11 Obs.: La Iglesia ha evitado tal conflicto de todas las maneras, buscando una fórmula de “coexistencia pacífica“. Las divisiones entre lo sobrenatural y lo natural en la iglesia Católica y la división entre el reino de la gracia y el reino de la ley en el luteranismo, son esfuerzos por dirigir la praxis de cada comunidad hacia objetos diferentes, evitando así un conflicto inevitable si ellas tuviesen un mismo espacio-tiempo. Más al hacer esto, la utopía del Reino de Dios se transforma en ideología.
4.10 Tenemos así dos comunidades que se localizan en un mismo tiempo y en un mismo espacio. Pero sus proyectos (sus deseos, sus principios organizadores, o, según Agustín, “sus amores“) de organización de este mismo espacio-tiempo son opuestos. Surgen entonces dos praxis que se oponen y entran en conflicto.
4.11 Obs.: La Iglesia ha evitado tal conflicto de todas las maneras, buscando una fórmula de “coexistencia pacífica“. Las divisiones entre lo sobrenatural y lo natural en la iglesia Católica y la división entre el reino de la gracia y el reino de la ley en el luteranismo, son esfuerzos por dirigir la praxis de cada comunidad hacia objetos diferentes, evitando así un conflicto inevitable si ellas tuviesen un mismo espacio-tiempo. Más al hacer esto, la utopía del Reino de Dios se transforma en ideología.
5.00 El proyecto utópico de la comunidad y su lógica de estructuración le dan una realidad específica. De ahí, que no pueda ser absorbida o asimilada a cualquier otra realidad social. Es verdad que la comunidad vive en un mismo espacio-tiempo que la humanidad. Se descubre lanzada en un espacio-tiempo común a todos los hombres que tiene, como tal, el carácter de fatalidad. Más su proyecto de transformar el espacio-tiempo-fatalidad de espacio-tiempo-elección da especificidad a su conciencia y a su praxis.
5.10 La “secularización“ no significa, por lo tanto, la disolución de esta comunidad en el “siglo“, sino el descubrimiento de un espacio-tiempo común como objeto de la praxis. Significa el fin de cualquier metafísica dualista (natural, sobrenatural; reino de la ley-reino de la gracia), de una visión mágica del mundo (religión) y de la retracción hacia la interioridad subjetiva (existencialismo).
5.10 La “secularización“ no significa, por lo tanto, la disolución de esta comunidad en el “siglo“, sino el descubrimiento de un espacio-tiempo común como objeto de la praxis. Significa el fin de cualquier metafísica dualista (natural, sobrenatural; reino de la ley-reino de la gracia), de una visión mágica del mundo (religión) y de la retracción hacia la interioridad subjetiva (existencialismo).
6.00 La misión del pueblo de Dios es ser el pueblo de Dios: asumir el espacio y el tiempo, asumir una forma social concreta expresiva del futuro por el que ella vive, de suerte que en ella se realice la presencia del futuro: comunidad de las primicias.
6.01 La comunidad es la realidad positiva de una forma social afirmativa que, por el simple hecho de existir y manifestarse, indica que la realidad política del reino del anti-Cristo no es una fatalidad para el hombre. Esta manifestación de la presencia del futuro es el opus proprium de la comunidad, a semejanza de la vida de Jesucristo.
6.10 Frente a esta realidad positiva el actual siglo del mal se expresa como represión. El opus proprium del Pueblo de Dios provoca la reacción negativa de la política que se siente enfrentada y contestada por su realidad positiva. Se manifiesta, así, como la política del anti-cristo.
6.11 La negación, en relación al Pueblo de Dios, aparece sólo como un opus alienum: el contorno negativo de una realidad positiva que quiere asumir espacio y tiempo. Es sub-producto del amor. O mejor, el propio amor, al asumir espacio y tiempo, implica una invasión del espacio ocupado y dominado por la política del anti-Cristo. Y como tal equivale a exorcismo, a conjurar demonios.
6.111 Buder, citando a Landauer: “El Estado es una condición, una determinada relación entre seres humanos, un modo de comportamiento humano; nosotros lo destruimos al establecer otras relaciones, al comportarnos de modo diferente“. Buber: “Landauer da el nombre de ´pueblo´ a esta nueva relación. Se trata de un nexo entre personas que existe de hecho… Si el Estado es una relación que puede ser destruida solamente por el establecimiento de otras relaciones, entonces estaremos siempre ayudando a destruirlo en la medida en que entremos, de hecho, en otras relaciones“. (De Los caminos de utopía).
Es exactamente esto lo que deseamos decir en relación al Pueblo de Dios. La destrucción de relaciones sociales deshumanizadas es el resultado del establecimiento de relaciones sociales humanas.
6.12 Se entiende, a partir de ahí, el rechazo evangélico a la ética de la revancha: no resistas al perverso, al que te hiera, en una mejilla ofrécele también la otra, no te dejes vencer por el mal, etc. Aquí la resistencia al mal está representada como una acción negativa, de revancha: ética de resentimiento. La ética de la revancha o negación toma forma en oposición a la política del anti-cristo, determinando una realidad social que repite, negativamente, la ética referida. Para el evangelio el Pueblo de Dios es una realidad esencialmente positiva, que quiere expresarse. Su acción no es revancha sino creación. Por esto ella cree que los fines se homologan a los medios, o mejor, que los medios son expresión de los fines. La acción negativa que no parte de una realidad social positiva es como conjurar los demonios dejando la casa vacía. Carece de contenido social y humano para ocupar los espacios conquistados. Y consecuencia, la casa es tomada por siete demonios aún peores. ¿No ha sido ésta la tragedia de las revoluciones? Quiere decir que la negación debe ser temporalmente precedida por la creación de un “pueblo“. Una revolución, como crisis negativa, sólo es una fuerza de liberación cuando, anteriormente a ella, ya había una realidad social nueva. Buber: “…revolución no es tanto un acto creador como una fuerza que da a luz, cuya función es liberar y autentificar; es decir, ella sólo puede perfeccionar, liberar y conferir un sello de validez a algo que ya se gestaba antes en el vientre de la sociedad pre-revolucionaria; …la hora de la revolución no es la hora de la concepción sino la hora del nacimiento: es lógico, puesto que algo había sido concebido antes“. (Ibid., p. 45).
6.13 El ver la luz, el crecer y expresarse del Pueblo de Dios, el asumir tiempo y espacio, tiene profundas implicaciones políticas y provoca reacciones políticas por parte del anti-Cristo. Más el Pueblo de Dios no pretende la toma del poder. No tiene ilusiones teocráticas. Tomar el poder del César significa tomar el lugar del César, aceptar su posición y sus reglas del juego. Más no se puede dar a Dios lo que es del César. Lógicamente esto no implica la autonomía del César, sino simplemente que el Reino de Dios no acepta sus formas habituales. Jesús resiste la tentación del poder terrenal. Según el Nuevo Testamento dicho poder pertenece al anti-Cristo. Las alternativas que se observan en la lucha por el poder, no producen ninguna alteración cualitativa del mismo. No se pretende dar formas nuevas a viejas realidades: no se pone vino nuevo en odres viejos. Pero sí el establecer una realidad autónoma, positiva, que se sustente por su propio peso: el Reino de Dios ha llegado.
6.14 El Pueblo de Dios no es, por lo tanto, una realidad que resulta de la negación del mal. Al contrario, es porque el Reino adivino como realidad positiva, que surge la negación.
6.01 La comunidad es la realidad positiva de una forma social afirmativa que, por el simple hecho de existir y manifestarse, indica que la realidad política del reino del anti-Cristo no es una fatalidad para el hombre. Esta manifestación de la presencia del futuro es el opus proprium de la comunidad, a semejanza de la vida de Jesucristo.
6.10 Frente a esta realidad positiva el actual siglo del mal se expresa como represión. El opus proprium del Pueblo de Dios provoca la reacción negativa de la política que se siente enfrentada y contestada por su realidad positiva. Se manifiesta, así, como la política del anti-cristo.
6.11 La negación, en relación al Pueblo de Dios, aparece sólo como un opus alienum: el contorno negativo de una realidad positiva que quiere asumir espacio y tiempo. Es sub-producto del amor. O mejor, el propio amor, al asumir espacio y tiempo, implica una invasión del espacio ocupado y dominado por la política del anti-Cristo. Y como tal equivale a exorcismo, a conjurar demonios.
6.111 Buder, citando a Landauer: “El Estado es una condición, una determinada relación entre seres humanos, un modo de comportamiento humano; nosotros lo destruimos al establecer otras relaciones, al comportarnos de modo diferente“. Buber: “Landauer da el nombre de ´pueblo´ a esta nueva relación. Se trata de un nexo entre personas que existe de hecho… Si el Estado es una relación que puede ser destruida solamente por el establecimiento de otras relaciones, entonces estaremos siempre ayudando a destruirlo en la medida en que entremos, de hecho, en otras relaciones“. (De Los caminos de utopía).
Es exactamente esto lo que deseamos decir en relación al Pueblo de Dios. La destrucción de relaciones sociales deshumanizadas es el resultado del establecimiento de relaciones sociales humanas.
6.12 Se entiende, a partir de ahí, el rechazo evangélico a la ética de la revancha: no resistas al perverso, al que te hiera, en una mejilla ofrécele también la otra, no te dejes vencer por el mal, etc. Aquí la resistencia al mal está representada como una acción negativa, de revancha: ética de resentimiento. La ética de la revancha o negación toma forma en oposición a la política del anti-cristo, determinando una realidad social que repite, negativamente, la ética referida. Para el evangelio el Pueblo de Dios es una realidad esencialmente positiva, que quiere expresarse. Su acción no es revancha sino creación. Por esto ella cree que los fines se homologan a los medios, o mejor, que los medios son expresión de los fines. La acción negativa que no parte de una realidad social positiva es como conjurar los demonios dejando la casa vacía. Carece de contenido social y humano para ocupar los espacios conquistados. Y consecuencia, la casa es tomada por siete demonios aún peores. ¿No ha sido ésta la tragedia de las revoluciones? Quiere decir que la negación debe ser temporalmente precedida por la creación de un “pueblo“. Una revolución, como crisis negativa, sólo es una fuerza de liberación cuando, anteriormente a ella, ya había una realidad social nueva. Buber: “…revolución no es tanto un acto creador como una fuerza que da a luz, cuya función es liberar y autentificar; es decir, ella sólo puede perfeccionar, liberar y conferir un sello de validez a algo que ya se gestaba antes en el vientre de la sociedad pre-revolucionaria; …la hora de la revolución no es la hora de la concepción sino la hora del nacimiento: es lógico, puesto que algo había sido concebido antes“. (Ibid., p. 45).
6.13 El ver la luz, el crecer y expresarse del Pueblo de Dios, el asumir tiempo y espacio, tiene profundas implicaciones políticas y provoca reacciones políticas por parte del anti-Cristo. Más el Pueblo de Dios no pretende la toma del poder. No tiene ilusiones teocráticas. Tomar el poder del César significa tomar el lugar del César, aceptar su posición y sus reglas del juego. Más no se puede dar a Dios lo que es del César. Lógicamente esto no implica la autonomía del César, sino simplemente que el Reino de Dios no acepta sus formas habituales. Jesús resiste la tentación del poder terrenal. Según el Nuevo Testamento dicho poder pertenece al anti-Cristo. Las alternativas que se observan en la lucha por el poder, no producen ninguna alteración cualitativa del mismo. No se pretende dar formas nuevas a viejas realidades: no se pone vino nuevo en odres viejos. Pero sí el establecer una realidad autónoma, positiva, que se sustente por su propio peso: el Reino de Dios ha llegado.
6.14 El Pueblo de Dios no es, por lo tanto, una realidad que resulta de la negación del mal. Al contrario, es porque el Reino adivino como realidad positiva, que surge la negación.
7.00 No se puede deducir de la Biblia ninguna teoría de la revolución. Ella no ve la historia como un proceso de resoluciones progresivas de contradicciones, por medio de revoluciones que significarían aproximaciones sucesivas a la verdad histórica. El conflicto, la contradicción, permanecen irresolutos hasta el fin, como señala la parábola del trigo y la cizaña.
7.10 La teoría revolucionaria de la historia cree que a través de la dialéctica de la negación será creado un nuevo orden social positivo. De ahí su negativa a analizar utopías. El acto revolucionario es un acto esencialmente negativo. Se espera que después de él, ex opere operato, comience a existir una nueva realidad social más libre. Teológicamente: no es la presencia de Cristo la que determina la expulsión del anti-Cristo, sino está la que concibe y da a luz a Cristo. La teoría revolucionaria es básicamente optimista, puesto que para ella, lo positivo es inmanente a lo negativo.
7.11 Es posible hacer una ciencia o sociología de la revolución, más no una teología de la misma. El objeto del relato bíblico es la realidad social del Reino, el Pueblo de Dios: su nacimiento, vida y futuro.
7.12 Para la Biblia la tensión entre el Pueblo de Dios y el anti-Cristo permanece sin solución hasta el fin. La única revolución de la que se podría hablar, teológicamente, es escatológica: es el acto final de juicio y consumación (que es un símbolo utópico, un horizonte).
7.13 En la medida en que el Pueblo de Dios se manifiesta, y por este acto contesta y desmitifica al “actual siglo del mal“, está operando subversivamente, disfuncionalmente. Su presencia y lenguaje son “utopizantes“: pues el reino del anti-Cristo que se presenta como “orden“ y “legalidad“, como el “mejor de los mundos posibles“ es confrontado con otra realidad social organizada en pautas que le son adversas. Esta realidad presente es el indicador de su carácter posible, de su viabilidad.
7.14 La tarea fundamental del Pueblo de Dios es, por lo tanto, construir estas comunidades que expresen, en el presente, la utopía del Reino de Dios. “…hemos de crear aquí y ahora el espacio que ahora es posible para aquello proyectamos, de manera que ello pueda realizarse plenamente en el futuro; «no creemos» en el salto post-revolucionario, sino en la continuidad revolucionaria. Precisando: «creemos» en una continuidad adentro de la cual la revolución es sólo una realización plena (accomplishment), la liberación y la prolongación de una realidad que ya alcanzó sus verdaderas posibilidades“. (Buber)7.15 ¿No será ésta la única forma de seguir siendo humanos en el cautiverio y revolucionarios cuando no es posible hacer revoluciones? Leer Jer. 29.
7.10 La teoría revolucionaria de la historia cree que a través de la dialéctica de la negación será creado un nuevo orden social positivo. De ahí su negativa a analizar utopías. El acto revolucionario es un acto esencialmente negativo. Se espera que después de él, ex opere operato, comience a existir una nueva realidad social más libre. Teológicamente: no es la presencia de Cristo la que determina la expulsión del anti-Cristo, sino está la que concibe y da a luz a Cristo. La teoría revolucionaria es básicamente optimista, puesto que para ella, lo positivo es inmanente a lo negativo.
7.11 Es posible hacer una ciencia o sociología de la revolución, más no una teología de la misma. El objeto del relato bíblico es la realidad social del Reino, el Pueblo de Dios: su nacimiento, vida y futuro.
7.12 Para la Biblia la tensión entre el Pueblo de Dios y el anti-Cristo permanece sin solución hasta el fin. La única revolución de la que se podría hablar, teológicamente, es escatológica: es el acto final de juicio y consumación (que es un símbolo utópico, un horizonte).
7.13 En la medida en que el Pueblo de Dios se manifiesta, y por este acto contesta y desmitifica al “actual siglo del mal“, está operando subversivamente, disfuncionalmente. Su presencia y lenguaje son “utopizantes“: pues el reino del anti-Cristo que se presenta como “orden“ y “legalidad“, como el “mejor de los mundos posibles“ es confrontado con otra realidad social organizada en pautas que le son adversas. Esta realidad presente es el indicador de su carácter posible, de su viabilidad.
7.14 La tarea fundamental del Pueblo de Dios es, por lo tanto, construir estas comunidades que expresen, en el presente, la utopía del Reino de Dios. “…hemos de crear aquí y ahora el espacio que ahora es posible para aquello proyectamos, de manera que ello pueda realizarse plenamente en el futuro; «no creemos» en el salto post-revolucionario, sino en la continuidad revolucionaria. Precisando: «creemos» en una continuidad adentro de la cual la revolución es sólo una realización plena (accomplishment), la liberación y la prolongación de una realidad que ya alcanzó sus verdaderas posibilidades“. (Buber)7.15 ¿No será ésta la única forma de seguir siendo humanos en el cautiverio y revolucionarios cuando no es posible hacer revoluciones? Leer Jer. 29.
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