jueves, 7 de junio de 2007

Una invitación a soñar (1987)

The Ecumenical Review, 39, 1, enero 1987, pp. 59-62.
Versión de L. Cervantes-Ortiz

Las ideas: qué extrañas son... Al principio son cosas mansas, domesticadas, viviendo en nuestras mentes, obedeciendo nuestras órdenes, nuestro deseo, y decimos: "Tengo una buena idea..." Pero repentinamente sucede una transformación mágica: esas cosas mansas comienzan a desplegar sus alas -¿no es extraño que tengan alas? No sospechábamos que pudieran volar por sí mismas, sin nuestras órdenes... y entonces nos damos cuenta de que nunca los tuvimos realmente.
Ahora ellas usan sus alas salvajes, volando hacia tierras desconocidas, y nos vamos con ellas, porque son más fuertes que nosotros...
Sí, mis ideas me llevan en una dirección muy diferente de la que yo había imaginado al principio. "El protestantismo frente a otras tradiciones y religiones": Yo podía ver el camino hacia adelante, el aire era cartesiano, pletórico de ideas claras y distintas, la atmósfera era completamente protestante. Las ideas en mi mente tenían el marco de un sermón... Sería un buen momento para celebrar: 450 años de la Reforma en Ginebra, la ciudad del Hombre in-formado por la palabra de Dios, fe y política, cielo y tierra... Profecía: un pasado que es celebrado debe estar grávido de futuro. De otro modo, es sólo un difunto para ser llorado. El protestantismo enfrentando: lo que importa es el presente -invocamos el pasado con el fin de ver mejor, ahora. Sí, necesitamos mirar un secreto: el protestantismo enfrentando otras religiones y tradiciones. Ustedes querían saber si sigue siendo joven, si aún tiene el poder para seducir, si aún es capaz de provocar sueños y lealtades, si aún tiene la fortaleza para poseer cuerpos y hacerlos bailar, volar y luchar...
Y me di cuenta que no me invitaron por accidente: yo vivo en América Latina, un continente sacudido desde Ginebra y sus valores, tradiciones diferentes, dioses diferentes, mundos diferentes. ¿No es extraño que yo sea protestante? Un buen ejemplo de este secreto que queremos conocer: si aún hoy el protestantismo tiene el poder de seducir...
Estaba listo. Ordené a mis ideas que marcharan. Obedecieron. Al decir sus nombres, una procesión de imágenes comenzó a aparecer...
Religiones: altares, inmensas catedrales simbólicas, cuentas de vidrio cósmico, como en la en la Castalia de Hesse, jugadas por personas de todos tipos, sus signos dondequiera, espacial y temporalmente, las marcas de lo sagrado sobre toda la humanidad. Y vi también las cosas que las mujeres y los hombres han hecho a causa de sus seducciones: lágrimas y risas, poemas y guerras, danzas y cámaras de tortura, vida y muerte, espadas rotas y árboles plantados para generaciones que aún no nacen.
Pensé que había capturado la cosa en mis manos: las ideas estaban todas allí, afuera, marcando tiempos y lugares distantes. Hablaría acerca de lo que estaba allí afuera...
Pero entonces ocurrió algo mágico: mis ideas mansas se hicieron salvajes, desplegaron sus alas, y todo cambió. ¿Recuerdan a Hyeronimus Bosch, el pintor medieval de sueños? Su obra, El jardín de las delicias, en la que hay algunas flores extrañas que no son flores: en vez de pétalos, tienen burbujas transparentes. Y adentro de cada una, hombres y mujeres. Nuestro cuerpo es una burbuja encantada, y dentro de él existe un universo. En José en Egipto, la novela de Thomas Mann, José dice estas extrañas palabras: "El mundo tiene muchos centros, uno para cada criatura, y cada uno yace en su propio círculo. Tú estás a la mitad de un paso de mí, con todo sobre ti yace un universo cuyo centro no soy yo, sino tú". Yo creo, entonces, que todo lo que había visto y había que decir era parte de mi burbuja, mi universo, mi cuerpo. Puedo ver a Sirio, la estrella más brillante -no sé a cuántos años-luz de mi mano, pero, siempre que hable de ella, estoy hablando de una parte de mi cuerpo, exactamente de esa parte que la recibe con asombro, porque a causa de ella, comienza a soñar.
El protestantismo es parte de mi cuerpo, de mi sueño, de mi pesadilla, algo que amo, algo que odio también...
Sí, estaba soñando, estoy soñando, tú eres mi sueño, Ginebra, todas las fantasías que puedo colocar en aquellos 450 años.
Lo que tengo para ofrecer no son ideas claras y diferenciables, sino sueños: los invito a ver al protestantismo desde un punto de vista no protestante: es decir, gozar el protestantismo desde una burbuja no protestante... Y debo decirles un secreto: hubo un momento cuando tuve que vomitar el protestantismo - fue necesario, para mí, colocarme afuera de él, y saborearlo como un sacramento en una tierra extraña... Y así se convirtió en un sueño, y dejó de ser amargo para volverse dulce...

Los invito a soñar,
aunque sé que no debería de hacerlo.
Para un calvinista, una invitación así es casi una tentación:
Los sueños -cuando nuestros deseos regresan de donde fueron enclaustrados, nos asaltan con visiones de pecado.
En vez de sueños, ideas claras y precisas.
En vez de pájaros salvajes, batiendo sus alas y atrapándonos, palabras mansas, una tras otra, como soldados: el discurso soberbio y riguroso de la teología.

Y nos olvidamos de que en nuestros sueños y deseos descansa, escondida, la posibilidad de salvación. Es una promesa mesiánica: aquellos que no tienen futuro, los ancianos, soñarán... Nuestros deseos pueden ser hermosos: fragmentos de la imagen de Dios. Y nada tiene el poder de movilizar al cuerpo como la belleza. Dentro, muy dentro de nuestra carne, se escucha un gemido, cuya resonancia se siente por toda la creación, suspiros que son demasiado profundos para expresarse con palabras, deseos sin nombre. Pero no importa: el Viento los escucha, y entiende nuestros suspiros innominados, y los lleva hasta Dios: nuestra oración. Cada sueño es una oración...
Yo lo entiendo: les tenemos miedo a las emociones; hay caos dentro de ellas. Porque construimos paredes verbales: confesiones ortodoxas (la gente debe saber lo que se supone que debe creer y decir...), teologías rigurosas (como si nuestro destino y el de Dios dependiera de las palabras correctas de nuestros encantamientos...). Y nos olvidamos que el universo fue creado desde del caos.
El calvinismo: ¿una defensa contra las emociones?
¿Le tememos al danzante, al seductor, al payaso, al verdugo, al niño que vive dentro de nosotros? Creemos que permanecen dormidos mientras no digamos sus nombres. Pero no es cierto. Sólo los demonios anónimos toman posesión del cuerpo. Por eso los exorcistas de todos los tiempos han sabido que los espíritus malignos pueden ser expulsados cuando se les llama por su nombre.
Pero para que uno aprenda las palabras que tienen el poder de exorcizar al diablo, para que aprenda las palabras que tienen el poder de invocar al Viento, uno debe abandonar, por un momento, las palabras respetables que acompañan a las ideas claras y precisas, y aprender las imágenes nocturnas de los sueños. Porque ambos, el diablo y el Viento, sólo comprenden las palabras que están grávidas de deseo.
Necesitamos nuevos maestros que nos enseñen a hablar palabras de poder. Y debo confesar que mis maestros, la mayor parte de ellos, no viven en iglesias respetables. Ellos adoran en altares solitarios: poetas, pintores, magos, antropólogos, y personajes medievales, bizarros, del mundo de los cuentos... y los niños.
Esta es una palabra que viene hasta nosotros, protestantes, de las diferentes tradiciones y religiones que ven hacia nosotros extrañeza: que nos falta poesía, que no amamos el misterio de los bosques y los mares profundos, que huímos de la oscuridad de nuestra parte nocturna y que ocultamos celosamente nuestros sueños. Y por ser diurnos, perdemos la chispa de eternidad en nuestros ojos, que podría, si estuviera allí, seducirlos dentro de nuestra burbuja mágica...
Me imagino que todos estos sonidos son muy extraños para ustedes: deben ser una rareza de alguien que viene de una tradición muy distinta, de alguien que está familiarizado con religiones extrañas. Es posible. Pero, si prestan atención a lo que estoy diciendo, reconocerán que esta rareza no es sino una "variación" de un tema que se propuso y se desarrolló primero en su patio trasero: yo estoy repitiendo un tema del psicoanálisis, que "somos aquello que soñamos": somos sueños hechos carne. El problema es que nos avergonzamos, y por eso parecemos tan soberbios...
El protestantismo es un sueño para mí. Lo amo porque cuando estoy poseído por sus símbolos, siento que mi cuerpo se hace más ligero y casi vuela.
Amo el recelo calvinista hacia todas las clases de idolatría. La idolatría, cuando alguien dice que Dios ha sido capturado, cuando el Viento es atrapado en una tumba y el sueño se convierte en mandamiento. Prisioneros, tradiciones, en eso se convierten las cosas, ortodoxias, verdades, instituciones, libros, esta nación bajo Dios, lo sabemos mejor que nadie... Le tengo miedo a aquellos que hablan en nombre de Dios, ellos siempre piensan que tienen la última palabra. Saben lo que es bueno, lo que es verdad. Si se supone que estoy convencido de poseer toda la verdad, ¿por qué voy a prestar atención a lo que otro dice? Aquellos que están convencidos de que son dueños de la verdad piensan es correcto y necesario silenciar a los que dicen palabras diferentes. Todas las clases de inquisición e intolerancia comienzan en el altar de la verdad. Todos los que se sienten dueños de la verdad, están condenados a ser inquisidores. Sí, yo amo el recelo calvinista hacia todas las formas de idolatría: porque entonces tenemos que marchar hacia adelante con las manos vacías. Y nuestra mirada se vuelve más amable...
Amo el cuidado calvinista por la creación de Dios. La palabra -un sueño hermoso- es un jardín, y nosotros, jardineros. Si yo fuera San Francisco de Asís, diría que las montañas, los ríos, , los mares, los bosques, son mis hermanos y hermanas. Eso es lo que siento con frecuencia. Pero reconozco también que esta clase de misticismo es extraño al mundo calvinista. Pero no importa: tomo todas estas cosas como dones de Dios, productos del deleite divino por la belleza, y el universo entero brilla con los colores iridiscentes de Dios, y comemos de todo con el cuerpo: el mundo se vuelve sacramento. Y porque somos jardineros y no guerreros, veo que todas las espadas se transforman en arados...
Amo también el gusto calvinista por dormir bien... Recuerdo que hace muchos años, en mi país, durante los días más oscuros de la represión, que no podía dormir, tenía demasiado temor y ansiedad. Vivía en un departamento. Caminaba hacia la ventana, alrededor de las 2 A.M. Vi la ciudad entera, en medio de un gran silencio. Me quedé así por largo rato. Y de repente estas palabras acudieron a mi mente: "Rubem, tú no estás a cargo del mundo..." En ese momento sentí la gracia de la esperanza calvinista en la Providencia: no hemos sido abandonados. Porque Dios está a cargo, nuestros errores no son fatales... Le dejamos entonces las tareas imposibles y luchamos por cosas más modestas. Aprendemos, así, que es muy bueno ser un simple ser humano...
Amo, además, la belleza de la soledad profética, estar totalmente solo, con la última palabra, aquella que se tiene que decir para no morir, y aun si el mundo entero dijera que hay que callar, decirla, afuera de la infinita pasión que arde en los altares interiores del cuerpo. Qué hermosa es esta soledad profética: como Venus, solitario, en el cielo azul, después del atardecer...
Ustedes saben: estos no son hechos; no son pedazos de la tradición o de las instituciones protestantes. Son visiones, símbolos de los objetos de nuestro deseo, nombres de nostalgias...
Si el protestantismo aún es joven...
Si tiene aún el poder de seducir...
Si es tan fuerte como para poseer cuerpos y hacerlos bailar, volar y luchar.
Todo depende de su poder para hacer que otras religiones y tradiciones sueñen. Tal vez no se conviertan al protestantismo. Pero es seguro que se volverán más ligeras...

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