...conocimiento del habla mas no del silencio,
conocimiento de las palabras e ignorancia de la Palabra...
T.S. ELIOT
Una burbuja sube desde el fondo del mar...
Una palabra sube desde las profundidades de nuestro silencio
inesperada,
impensada,
emisaria de un mundo olvidado,
perdido:
suspiro,
nuestro misterio,
nuestra verdad,
oración.
Hay palabras que decimos porque nos acordamos de ellas.
Poseídas, guardadas, permanecen allá, a la espera,
y vienen, obedientes, como animales
domésticos...
Pero hay palabras que no decimos: ellas se dicen,
a pesar de estar olvidadas.
No son nuestras:
viven en nosotros, sin permiso, intrusas
y no le hacen caso a nuestra voz.
Son como el Viento,
que sopla por donde quiere
y no sabemos ni cómo vino ni hacia dónde va.
Sólo escuchamos el soplo.
Nos decimos: sólo escuchamos.
Así son las palabras de la oración, olvidadas:
ellas se dicen.
Surge así la sorpresa de que un pájaro salvaje como ése
more en nosotros sin que lo sepamos.
La palabra que dice nuestra verdad no habita en nuestro saber.
Fue expulsada de la morada de los pensamientos.
Su apariencia era extraña, daba miedo.
Ahora habita en poros,
pero en el fondo:
lejos de lo que sabemos,
allí, donde no pensamos,
al abrigo de la luz diurna,
en el lugar de los sueños,
suspiros sin palabras.
Ellas son tímidas.
No se mezclan.
Hablan una lengua extraña:
Babel,
que no entendemos,
y hablan del aire frío de las montañas
y de la oscuridad de los abismos.
Pero somos habitantes de las planicies
donde todos hablan para no escuchar...
Tenemos miedo de las palabras que viven en las burbujas submarinas.
Por eso hablamos.
Matracas: hierro en la madera;
crac/crac/crac/crac/crac,
palabras
contra la
Palabra.
Horror al silencio: en él habitan las palabras de que huimos:
Suben desde el fondo del mar cuando se saben solas...
Enséñanos a orar porque ya no sabemos...
Cuando ores
no seas como los artistas de palco:
hablan palabras que no son suyas, son de otros,
decoradas,
y sus rostros no son rostros,
son máscaras.
No quieren escuchar sus propias palabras
(porque están huecos, no las tienen...).
Sus oídos sólo escuchan los aplausos:
son moscas, prisioneros de telas ajenas...
Entra en el silencio,
lejos de los demás
y escucha las palabras que se dirán
después de una larga espera...
¿Tendrías el valor de exhibir tu desnudez frente a los extraños?
Se reirán de ti...
¿Cómo, entonces, podrías orar delante de ellos?
Oración, desnudez total,
palabra que sube desde el fondo oscuro
y revela...
En presencia de Dios...
Sólo él tiene ojos lo bastante mansos para
contemplar nuestra desnudez y luego decir:
"Qué bueno que existes..."
Ni siquiera nosotros...
Entra en el silencio
lejos de las muchas palabras
y escucha la única Palabra
que subirá desde el fondo del mar.
Una Palabra única y más poderosa que muchas:
la pureza de corazón es desear una sola cosa...
Una Palabra única:
aquella que dirías
si fuese la última por decir.
Basta con escuchar una vez y, entonces,
el silencio...
Como Venus, brillante,
en la inmensidad azul del sol poniente...
Antes que tú la escuches,
su suspiro ya reverberaba por la eternidad...
Mientras ella habitaba en tu olvido,
Dios ya la escuchaba
y temía...
Hace silencio...
Escucha...
Versión de L. Cervantes-Ortiz
conocimiento de las palabras e ignorancia de la Palabra...
T.S. ELIOT
Una burbuja sube desde el fondo del mar...
Una palabra sube desde las profundidades de nuestro silencio
inesperada,
impensada,
emisaria de un mundo olvidado,
perdido:
suspiro,
nuestro misterio,
nuestra verdad,
oración.
Hay palabras que decimos porque nos acordamos de ellas.
Poseídas, guardadas, permanecen allá, a la espera,
y vienen, obedientes, como animales
domésticos...
Pero hay palabras que no decimos: ellas se dicen,
a pesar de estar olvidadas.
No son nuestras:
viven en nosotros, sin permiso, intrusas
y no le hacen caso a nuestra voz.
Son como el Viento,
que sopla por donde quiere
y no sabemos ni cómo vino ni hacia dónde va.
Sólo escuchamos el soplo.
Nos decimos: sólo escuchamos.
Así son las palabras de la oración, olvidadas:
ellas se dicen.
Surge así la sorpresa de que un pájaro salvaje como ése
more en nosotros sin que lo sepamos.
La palabra que dice nuestra verdad no habita en nuestro saber.
Fue expulsada de la morada de los pensamientos.
Su apariencia era extraña, daba miedo.
Ahora habita en poros,
pero en el fondo:
lejos de lo que sabemos,
allí, donde no pensamos,
al abrigo de la luz diurna,
en el lugar de los sueños,
suspiros sin palabras.
Ellas son tímidas.
No se mezclan.
Hablan una lengua extraña:
Babel,
que no entendemos,
y hablan del aire frío de las montañas
y de la oscuridad de los abismos.
Pero somos habitantes de las planicies
donde todos hablan para no escuchar...
Tenemos miedo de las palabras que viven en las burbujas submarinas.
Por eso hablamos.
Matracas: hierro en la madera;
crac/crac/crac/crac/crac,
palabras
contra la
Palabra.
Horror al silencio: en él habitan las palabras de que huimos:
Suben desde el fondo del mar cuando se saben solas...
Enséñanos a orar porque ya no sabemos...
Cuando ores
no seas como los artistas de palco:
hablan palabras que no son suyas, son de otros,
decoradas,
y sus rostros no son rostros,
son máscaras.
No quieren escuchar sus propias palabras
(porque están huecos, no las tienen...).
Sus oídos sólo escuchan los aplausos:
son moscas, prisioneros de telas ajenas...
Entra en el silencio,
lejos de los demás
y escucha las palabras que se dirán
después de una larga espera...
¿Tendrías el valor de exhibir tu desnudez frente a los extraños?
Se reirán de ti...
¿Cómo, entonces, podrías orar delante de ellos?
Oración, desnudez total,
palabra que sube desde el fondo oscuro
y revela...
En presencia de Dios...
Sólo él tiene ojos lo bastante mansos para
contemplar nuestra desnudez y luego decir:
"Qué bueno que existes..."
Ni siquiera nosotros...
Entra en el silencio
lejos de las muchas palabras
y escucha la única Palabra
que subirá desde el fondo del mar.
Una Palabra única y más poderosa que muchas:
la pureza de corazón es desear una sola cosa...
Una Palabra única:
aquella que dirías
si fuese la última por decir.
Basta con escuchar una vez y, entonces,
el silencio...
Como Venus, brillante,
en la inmensidad azul del sol poniente...
Antes que tú la escuches,
su suspiro ya reverberaba por la eternidad...
Mientras ella habitaba en tu olvido,
Dios ya la escuchaba
y temía...
Hace silencio...
Escucha...
Versión de L. Cervantes-Ortiz
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